Si somos rigurosos, hay que reconocer que todo parece indicar que la primera olla a presión de la historia fue diseñada por Denis Papin en 1679 y la presentó en la Royal Society. No gozó de mucho éxito: primero porque el científico francés la orientó como una forma para convertir los huesos en gelatina y, así, investigarlos. Segundo, porque nadie lo necesitaba realmente. Las cocinas de los ricos eran enormes; los pobres, mayoritariamente personas del contexto rural, tenían tiempo de sobra para cocinar a la lumbre mientras seguían con sus quehaceres habituales.
Parece ser también que en 1864, Georg Gutbrod empezó a hacer ollas a presión en Stuttgart. Sin mucho éxito tampoco. En aquel momento, como decía más arriba, la masa de trabajadores se estaba ‘masculinizando’ y las mujeres estaban siendo expulsadas de muchos centros de trabajo (a medida que las máquinas se volvían más eficientes). La olla se convirtió en un producto caro e inútil. Algo que se mantuvo durante décadas en las patentes americanas o europeas con cacharros demasiado grandes para ser usados en una cocina normal.

Pero cuando el zaragozano José Álix Martínez patentó su olla exprés en 1919 la cosa estaba a punto de cambiar. Si a principios de siglo XX el mercado de trabajo está muy masculinizado en todo el mundo, es a partir de los años 30 cuando se inicia la progresiva re-entrada de mujeres que en los 70 ya está completamente consolidada. En EEUU, por ejemplo, el 50% de las mujeres solteras y el 40% de las casadas ya trabajaba en 1970. Así era en la mayoría de países desarrollados. Es entonces cuando la aparición de ollas a presión fácilmente usables se vuelve en mainstream.
Parte de la info de esta reseña viene de: https://www.xataka.com/historia-tecnologica/1919-zaragozano-patento-algo-que-revoluciono-cocinas-todo-mundo-historia-olla-expres